El efecto del cambio climático en el flujo de circulación superficial y en la recarga de aguas subterráneas varía de una región a otra y de un escenario climático a otro, sobre todo en función de las proyecciones de cambio de las precipitaciones. Una predicción constante en la mayoría de los escenarios de cambio climático indica que aumentará el flujo de circulación superficial medio anual en altas latitudes y en Asia sudoriental y disminuirá en Asia central, en la zona limítrofe al Mediterráneo, en África meridional y en Australia (confianza media6) (véase Figura RRP-3); la magnitud del cambio, sin embargo, varía de un escenario a otro. En la mayoría de las zonas, incluidas las latitudes medias, no hay ninguna clara uniformidad en las predicciones de flujo de circulación, en parte por diferencias en la previsión de lluvias y en parte por diferencias de la evaporación prevista que pueden compensar los aumentos de la lluvia. Se prevé un retroceso acelerado de la mayoría de los glaciares y que puedan desaparecer muchos pequeños glaciares (alta confianza6). En general, los cambios previstos del promedio de escorrentía anual son menos firmes que los impactos basados únicamente en cambios de la temperatura, puesto que los cambios de precipitación varían más de un escenario a otro. A escala de captación de aguas, el efecto de determinado cambio del clima varía en función de las características físicas y de la vegetación de las zonas de captación de aguas, y puede además añadirse a cambios de la cubierta de tierra.[4.1]
Aproximadamente 1.700 millones de personas, una tercera parte de la población del mundo, viven en la actualidad en países sometidos a tensiones de escasez de agua (que se define como un uso de más del 20% de su suministro renovable, indicador comúnmente utilizado para la tensión de escasez de agua). Se prevé que este número aumente aproximadamente a 5 mil millones al año 2025, en función del índice de la tasa de crecimiento de la población. El cambio climático previsto pudiera hacer que disminuya aún más el flujo superficial de corrientes y la recarga de aguas subterráneas en muchos de estos países que sufren escasez de agua, por ejemplo en Asia central, África meridional, y países limítrofes al Mediterráneo pero puede aumentar en algunos otros. [4.1; véase 5.1.1, 5.2.3, 5.3.1, 5.4.1, 5.5.1, 5.6.2, y 5.8.4para información a nivel regional]
Aumenta en general la demanda de agua debido al crecimiento de la población y al desarrollo económico pero disminuye en algunos países por una mayor eficiencia en su utilización. No es probable que el cambio climático tenga un influjo importante en la demanda municipal e industrial de aguas en general, pero puede de modo significativo influir en el suministro para regadío que depende de que los aumentos de evaporación estén compensados o agravados por cambios de la precipitación. Por consiguiente, las temperaturas más elevadas, con una demanda mayor de evaporación en las cosechas, significa que la tendencia general se dirigirá hacia un aumento de las demandas de agua para regadío. [4.1]
La magnitud y la frecuencia de las inundaciones podrían aumentar en muchas regiones como consecuencia de una creciente ocurrencia de sucesos de precipitación fuerte que pueden también hacer que aumentar las escorrentías en la mayor parte de las zonas así como la recarga de aguas subterráneas en algunas llanuras para alimentos. El cambio en la utilización de los terrenos puede agudizar tales sucesos. Disminuiría en muchas zonas el flujo superficial de corrientes durante períodos de circulación baja estacional debido a una mayor evaporación; los cambios de precipitación pueden agudizar o desplazar los efectos de un aumento de la evaporación. El cambio climático previsto deterioraría la calidad de las aguas por temperaturas mayores del agua y por una mayor carga de contaminantes de escorrentías e inundaciones procedentes de instalaciones para desechos. La calidad del agua se degradaría aún más cuando disminuyera la circulación de agua, pero si aumentara la circulación podrían mitigarse hasta cierto punto algunos deterioros de la calidad del agua al aumentar la disolución. En los lugares donde las nevadas son en la actualidad un componente importante del equilibrio hídrico, una mayor proporción de precipitaciones en invierno puede convertirse en lluvia y esto podría llevar a un flujo de corrientes de máxima intensidad que se desplazaría de la primavera al invierno. [4.1]
La magnitud y la frecuencia de las inundaciones podrían aumentar en muchas regiones como consecuencia de una creciente ocurrencia de sucesos de precipitación fuerte que pueden también hacer que aumentar las escorrentías en la mayor parte de las zonas así como la recarga de aguas subterráneas en algunas llanuras para alimentos. El cambio en la utilización de los terrenos puede agudizar tales sucesos. Disminuiría en muchas zonas el flujo superficial de corrientes durante períodos de circulación baja estacional debido a una mayor evaporación; los cambios de precipitación pueden agudizar o desplazar los efectos de un aumento de la evaporación. El cambio climático previsto deterioraría la calidad de las aguas por temperaturas mayores del agua y por una mayor carga de contaminantes de escorrentías e inundaciones procedentes de instalaciones para desechos. La calidad del agua se degradaría aún más cuando disminuyera la circulación de agua, pero si aumentara la circulación podrían mitigarse hasta cierto punto algunos deterioros de la calidad del agua al aumentar la disolución. En los lugares donde las nevadas son en la actualidad un componente importante del equilibrio hídrico, una mayor proporción de precipitaciones en invierno puede convertirse en lluvia y esto podría llevar a un flujo de corrientes de máxima intensidad que se desplazaría de la primavera al invierno. [4.1]
Los métodos de gestión de los recursos hídricos, particularmente aquellos de gestión integrada de recursos hídricos, pueden ser aplicados para adaptarse a los efectos hidrológicos del cambio climático y a nuevas incertidumbres, a fin de que disminuyan las vulnerabilidades. En la actualidad, los enfoques referentes al suministro (p. ej., mayores defensas frente a inundaciones, construcción de represas, utilización de zonas de reserva de agua, incluidos los sistemas naturales, mejoras de la infraestructura para recolección y distribución de aguas) son más ampliamente utilizados que los referentes a la demanda (que alteran la exposición a la tensión); aunque estos últimos sean ahora objeto de una mayor atención. Sin embargo, la capacidad de aplicar respuestas de gestión eficaces está desequilibradamente distribuida por todo el mundo y es baja en muchos países con economías en transición y en desarrollo [4.1]
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