Los sistemas naturales y humanos estarán expuestos a variaciones climáticas
como cambios en medias, intervalos y variabilidad de temperatura y precipitaciones,
así como en la frecuencia y la severidad de los episodios meteorológicos.
Los sistemas también estarían expuestos a los efectos indirectos
del cambio climático, como la subida del nivel del mar, los cambios en
la humedad de los suelos, los cambios en la condición de la tierra y
el agua, los cambios en la frecuencia de incendios e infestación por
plagas, y los cambios en la distribución de los transmisores y huéspedes
de enfermedades infecciosas. La sensibilidad de un sistema a estas contingencias
depende de las características del sistema e incluye el potencial de
efectos adversos y beneficiosos. El potencial de un sistema para aguantar impactos
adversos está moderado por la capacidad de adaptación. La capacidad
para adaptar la gestión humana de los sistemas está determinada
por el acceso a recursos,
información y tecnología, las aptitudes y los conocimientos para
utilizarlos, y la estabilidad y eficacia de las instituciones culturales, económicas,
sociales y de gobierno que facilitan o restringen la forma en que responden
los sistemas humanos.
Figura RT-3: Las configuraciones de los cambios en la escorrentía se parecen mucho a los cambios simulados en la precipitación, los cuales varían entre los modelos climáticos. Los aumentos de la escorrentía en latitudes altas y Asia sudoriental, y las disminuciones en Asia central, la zona alrededor del Mediterráneo, África meridional y Australia que se muestran en ambos mapas del modelo [a) HadCM2 media del conjunto de integraciones en abanico y b) HadCM3; véase en la sección 4.3.6.2 del Capítulo 4 un examen de los modelos y escenarios utilizados] son en general consistentes, en términos de dirección del cambio, en la mayoría de los modelos climáticos. En otras partes del mundo, los cambios en la precipitación y la escorrentía varían entre los escenarios de cambio climático. |
En muchas regiones hay tendencias aparentes – aumentos y disminuciones – en los caudales de los flujos de las corrientes de agua. Ahora bien, la confianza en que estas tendencias son un resultado del cambio climático es baja debido a la existencia de otros factores, como la variabilidad del comportamiento hidrológico a lo largo del tiempo, el corto período que abarcan los registros instrumentales y la respuesta de los flujos de los ríos a estímulos distintos del cambio climático. Por otro lado, es alta la confianza en que las observaciones de una difundida reducción acelerada del volumen de los glaciares y de los cambios en el momento en que los flujos de las corrientes de agua pasan de los volúmenes de primavera hacia los invierno en muchas zonas tienen que ver con los aumentos en la temperatura observados. La confianza en estas conclusiones es alta porque estos cambios son provocados por el aumento de la temperatura y se ven afectados por factores que influyen en los volúmenes de las corrientes de agua. Los glaciares continuarán perdiendo volumen y muchos glaciares pequeños pueden desaparecer (confianza alta). El ritmo de pérdida de volumen dependerá del ritmo de aumento de la temperatura. [4.3.6.1, 4.3.11]
El efecto del cambio climático en el flujo de las corrientes de agua y la recarga de aguas subterráneas varía entre las regiones y entre los escenarios, y en gran parte se ajusta a los cambios proyectados en la precipitación. En algunas partes del mundo, la dirección del cambio está en consonancia entre los escenarios, aunque la magnitud no lo está. En otras partes del mundo, la dirección del cambio es incierta. En la figura RT-3 se muestran los posibles cambios en los flujos de las corrientes de agua en dos escenarios de cambio climático. La confianza en la dirección y magnitud proyectadas del cambio en los flujos de las corrientes de agua y en la recarga de las aguas subterráneas depende de la confianza en los cambios proyectados en la precipitación. El aumento previsto en el flujo de las corrientes de agua en latitudes altas y en el Asia sudoriental, y la disminución de estos flujos en el Asia central, la zona circundante del Mediterráneo y el África meridional están en general en consonancia entre los modelos climáticos. Los cambios en otras zonas varían entre los modelos climáticos. [4.3.5, 4.3.6.2]
Los caudales punta de las corrientes de agua pasarán de primavera a invierno en muchas zonas en que las nevadas son actualmente un componente importante del equilibrio hídrico (confianza alta). Las temperaturas más altas significan que una mayor proporción de las precipitaciones invernales será en forma de lluvias en lugar de nieve y, por lo tanto, no se almacenará en la superficie de la tierra hasta el deshielo de la primavera. En las zonas frías, en particular, un aumento de la temperatura todavía podría significar que las precipitaciones invernales sigan en forma de nieve, por lo que en esas regiones habría poco cambio en los calendarios de los flujos de las corrientes de agua. Los mayores cambios, por lo tanto, probablemente se producirán en las zonas “marginales”, incluidas Europa central y oriental y la cadena meridional de las Montañas Rocosas, donde un pequeño aumento de la temperatura reduce sustancialmente las nevadas. [4.3.6.2]
La temperatura más alta del agua en general degradaría la calidad del agua (confianza alta). El efecto de la temperatura sobre la calidad del agua se modificaría si se modifica el volumen de los flujos, lo que puede exacerbar o mitigar el efecto de la temperatura, según la dirección del cambio en el volumen del flujo. Si los otros factores permanecen iguales, el aumento de la temperatura del agua altera la velocidad de los procesos biogeoquímicos (algunos producen degradación, otros limpieza) y, lo que es más importante, reduce la concentración de oxígeno disuelto en el agua. En los ríos, este efecto podría compensarse en parte con un aumento en el flujo de las corrientes de agua –que disolvería aún más las concentraciones químicas– o exacerbarse con una disminución de ese flujo, que incrementaría las concentraciones. En los lagos, los cambios en la mezcla podrían compensar o exagerar los efectos del aumento de la temperatura. [4.3.10]
Es probable que la magnitud y la frecuencia de las inundaciones aumente en la mayoría de las regiones, y que los flujos bajos disminuyan en muchas regiones. La dirección general del cambio en los flujos extremos y en la variabilidad de los flujos está en general en consonancia entre los escenarios del cambio climático, aunque la confianza en la magnitud potencial del cambio en una cuenca dada es baja. El aumento general en la magnitud y frecuencia de las inundaciones es una consecuencia de un aumento general proyectado en la frecuencia de los episodios de precipitaciones fuertes, aunque el efecto de un cambio determinado en las precipitaciones depende de las características de la cuenca. Los cambios en los flujos bajos están en función de los cambios en las precipitaciones y la evaporación. En general se proyecta que la evaporación aumentará, lo que puede dar lugar a una reducción de los flujos bajos, aun cuando las precipitaciones aumenten o cambien poco. [4.3.8, 4.3.9]
Aproximadamente 1.700 millones de personas, un tercio de la población mundial, vive actualmente en países donde hay estrés por déficit hídrico (es decir, que utilizan más del 20% de su suministro renovable de agua, un indicador de estrés hídrico de uso común). En base a la tasa de crecimiento de la población, se proyecta que este número aumentará a unos 5.000 millones en 2025). El cambio climático proyectado podría reducir aún más los flujos de las corrientes de agua y la recarga de las aguas subterráneas en muchos de estos países con estrés hídrico ––por ejemplo, en Asia central, África meridional y países circundantes del Mar Mediterráneo–– pero podría aumentarlos en algunos otros.
La demanda de agua en general está aumentando, como resultado del crecimiento de la población y el desarrollo económico, pero está disminuyendo en algunos países. El cambio climático puede reducir la disponibilidad de agua en algunas regiones con estrés hídrico y aumentarla en otras. El cambio climático probablemente no tendrá grandes repercusiones sobre la demanda municipal o industrial pero puede afectar sustancialmente las captaciones de agua para el riego. En los sectores municipal e industrial, es probable que algunos factores que no dependen del clima sigan teniendo efectos muy sustanciales sobre la demanda de agua. Las captaciones de agua para el riego, sin embargo, están más determinadas por el clima, pero su aumento o disminución en una zona determinada depende del cambio en las precipitaciones: las temperaturas más altas, y por consiguiente la mayor demanda de los cultivos causada por la evaporación, significaría que la tendencia sería hacia un aumento de la demanda con fines de riego. [4.4.2, 4.4.3, 4.5.2]
El impacto del cambio climático sobre los recursos hídricos depende no sólo de los cambios en volumen, momento y calidad de los flujos de las corrientes y la recarga, sino también de las características del sistema, las cambiantes presiones sobre el sistema, la forma en que evoluciona la gestión del sistema, y las adaptaciones al cambio climático que se apliquen. Puede que los cambios no climáticos tengan un mayor impacto que los climáticos en los recursos hídricos. Los sistemas de recursos hídricos están evolucionando continuamente para hacer frente a nuevos retos de gestión. Muchas de las mayores presiones aumentarán la vulnerabilidad al cambio climático, pero muchos cambios en la gestión reducirán la vulnerabilidad. Los sistemas no gestionados probablemente serán los más vulnerables al cambio climático. Por definición, estos sistemas no cuentan con estructuras de gestión para mitigar los efectos de la variabilidad hidrológica. [4.5.2]
El cambio climático supone un desafío para las prácticas existentes de gestión de los recursos hídricos al añadir incertidumbre. La gestión integrada de los recursos hídricos mejorará el potencial de adaptación al cambio. Las bases usadas hasta ahora para el diseño y el funcionamiento de la infraestructura ya no están a la par del cambio climático, dado que no puede darse por sentado que el futuro régimen hidrológico será similar al del pasado. El reto principal, por lo tanto, consiste en incorporar la incertidumbre en la planificación y gestión de los recursos hídricos. La gestión integrada de estos recursos es un medio que se utiliza cada vez más para conciliar usos y demandas diferentes y cambiantes del agua, y parece conferir una mayor flexibilidad que su gestión en forma convencional. Una mayor capacidad para pronosticar caudales de las corrientes de agua con semanas o meses de antelación también mejoraría significativamente la gestión de los recursos hídricos y su capacidad para hacer frente a la cambiante variabilidad hidrológica. [4.6]
La capacidad de adaptación (concretamente, la capacidad para poner en práctica la gestión integrada de los recursos hídricos), sin embargo, está distribuida en forma muy despareja en todo el mundo. En la práctica, puede que sea muy difícil modificar las prácticas de gestión de los recursos hídricos en un país cuando, por ejemplo, no estén bien establecidas las instituciones responsables de la gestión ni haya procesos semejantes a los del mercado. El reto consiste, por lo tanto, en desarrollar medios para introducir las prácticas de gestión integrada de los recursos hídricos en entornos institucionales específicos, que son necesarias aún en ausencia de cambios climáticos para mejorar la eficacia de la ordenación hídrica. [4.6.4]
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