En su primer período de sesiones, el IPCC se organizó en tres grupos de trabajo. Las tareas actuales de los grupos de trabajo son: para el Grupo de trabajo I, los aspectos científicos del sistema climático y del cambio climático; para el Grupo de trabajo II, los impactos y las adaptaciones al cambio climático, y para el Grupo de trabajo III, las opciones para atenuar el cambio climático. El IPCC presentó su Primer Informe de Evaluación (PIE) importante en 1990 y su Segundo Informe de Evaluación (SIE) importante en 1996.
Los informes del IPCC (i) son descripciones actualizadas de lo que se sabe y lo que no se sabe acerca del sistema climático y sus factores conexos, (ii) están basados en los conocimientos de las comunidades de expertos internacionales, (iii) se producen mediante un procedimiento profesional abierto y examinado entre pares, y (iv) están basados en publicaciones científicas cuyos resultados se resumen en términos útiles para los responsables de tomar decisiones. Aunque la información evaluada es pertinente para adoptar políticas, el IPCC no establece una política pública general, ni aboga por ninguna en especial.
El alcance de las evaluaciones del Grupo de trabajo I incluye observaciones de los cambios y tendencias actuales en el sistema climático, una reconstrucción de los cambios y tendencias históricos, una comprensión de los procesos involucrados en tales cambios y la incorporación de este conocimiento a modelos que puedan atribuir las causas de los cambios, así como proporcionar la simulación de cambios futuros naturales y provocados por los seres humanos en el sistema climático.
Recuadro 1: ¿Qué es lo que produce cambios en
el clima? La Tierra absorbe la radiación del Sol, sobre todo en la superficie. Esta energía es redistribuida luego por las circulaciones atmosférica y oceánica, y es irradiada nuevamente al espacio en longitudes de onda más largas (infrarrojas). Para la media anual y para la Tierra en su conjunto, la energía de la radiación solar que ingresa se equilibra aproximadamente con la radiación terrestre saliente. Cualquier factor que altere la radiación recibida del Sol o perdida en el espacio, o que altere la redistribución de energía dentro de la atmósfera y entre atmósfera, tierra y océano, puede afectar el clima. Un cambio en la energía radiativa neta disponible para el sistema mundial de Tierra-atmósfera se denomina aquí, y en los informes anteriores del IPCC, forzamiento radiativo. Los forzamientos radiativos positivos tienden a calentar la superficie de la Tierra y la atmósfera inferior. Los forzamientos radiativos negativos tienden a enfriarlas. Los aumentos en las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) reducirán la eficiencia con la cual la superficie de la Tierra irradia energía al espacio. La atmósfera absorbe más radiación terrestre que se desprende de la superficie y vuelve emitirla en altitudes superiores y temperaturas más bajas. Así se produce un forzamiento radiativo positivo que tiende a calentar la atmósfera inferior y la superficie. Como se desprende menos calor hacia el espacio, se refuerza el efecto invernadero, es decir que se intensifica un efecto que ha ocurrido en la atmósfera de la Tierra durante miles de millones de años, debido a la presencia de GEI que se producen naturalmente: vapor de agua, dióxido de carbono, ozono, metano y óxido nitroso. La cantidad de forzamiento radiativo depende de la magnitud del aumento en la concentración de cada GEI, de las propiedades radiativas de los gases en cuestión y de las concentraciones de otros GEI ya presentes en la atmósfera. Además, muchos GEI permanecen en la atmósfera durante siglos después de haber sido emitidos, introduciendo así un compromiso a largo plazo de forzamiento radiativo positivo. Los aerosoles (partículas o gotitas microscópicas en el aire) antropógenos en la troposfera, como los que se derivan de los combustibles de origen fósil y de la combustión de biomasa, pueden reflejar la radiación solar, lo cual provoca una tendencia al enfriamiento en el sistema climático. Así como puede absorber la radiación solar, los aerosoles de hollín tienden a calentar el sistema climático. Además, los cambios en las concentraciones de aerosoles pueden alterar la nubosidad y la reflectividad de las nubes, por su efecto sobre las propiedades y duración de las nubes. En la mayoría de los casos, los aerosoles troposféricos tienden a producir un forzamiento radiativo negativo y a enfriar el clima. Tienen una duración mucho más breve (de días a semanas) que la mayor parte de los GEI (de decenios a siglos) y, como resultado, sus concentraciones responden mucho más rápidamente a los cambios en las emisiones. La actividad volcánica puede inyectar en la estratosfera grandes cantidades de gases azufrosos (sobre todo, anhídrido sulfuroso), que se transforman en aerosoles de sulfatos. Las erupciones individuales pueden producir un gran forzamiento radiativo negativo, aunque transitorio, tendiente a enfriar la superficie de la Tierra y la atmósfera inferior por períodos de unos pocos años. La generación de energía del Sol varía en pequeñas cantidades (0,1%) en un ciclo de actividad de once años y además pueden producirse variaciones por períodos más prolongados. En escalas temporales de decenas a miles de años, las lentas variaciones en la órbita de la Tierra, que se conocen bien, han ocasionado cambios en la distribución estacional y latitudinal de la radiación solar. Esos cambios han desempeñado un importante papel al controlar las variaciones del clima en el pasado remoto, como en los ciclos glaciales e interglaciales. Cuando cambian los forzamientos radiativos, el sistema climático responde en diversas escalas temporales. Las más prolongadas se deben a la gran capacidad de almacenamiento de calor de las profundidades de los océanos y al ajuste dinámico de los mantos de hielo. Esto significa que la respuesta transitoria a un cambio (positivo o negativo) puede durar miles de años. Todo cambio en el equilibrio radiativo de la Tierra, incluso los debidos a un incremento en los GEI o en los aerosoles, alterará el ciclo hidrológico mundial y la circulación atmosférica y oceánica, afectando por lo tanto las pautas meteorológicas y las temperaturas y precipitaciones regionales. Todo cambio en el clima inducido por los seres humanos se añadirá a las variaciones climáticas naturales que se producen en toda una gama de escalas temporales y espaciales. La variabilidad climática puede generarse como resultado de cambios naturales en el forzamiento del sistema climático, por ejemplo variaciones de intensidad de la radiación solar entrante y cambios en las concentraciones de aerosoles producidos por erupciones volcánicas. También pueden producirse variaciones climáticas naturales sin que exista un cambio en el forzamiento externo, como resultado de complejas interacciones entre los componentes del sistema climático, como en el acoplamiento entre la atmósfera y los océanos. El fenómeno El Niño-Oscilación Austral (ENOA) es un ejemplo de esa variabilidad natural “interna” en escalas temporales interanuales. Para distinguir los cambios climáticos antropógenos de las variaciones naturales, es necesario identificar la “señal” antropógena distinta del “ruido” de fondo de la variabilidad climática natural. |
Basándose en los resultados de nuevas investigaciones y en los informes especiales producidos en el ínterin, el Grupo de trabajo I del IPCC evaluó el nuevo estado de la comprensión en su Segundo Informe de Evaluación (SIE2) en 1996. En ese informe se recalcó que la concentración de gases de efecto invernadero seguía aumentando en la atmósfera y que sería necesario reducir muy sustancialmente las emisiones para estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera (que es el objetivo último del Artículo 2 de la Convención Marco sobre el Cambio Climático, de las Naciones Unidas). Además, la temperatura mundial continuó aumentando en general y los últimos años fueron los más cálidos por lo menos desde 1860. La capacidad de los modelos climáticos para simular hechos y tendencias observados había mejorado, en particular con la inclusión de los sulfatos en aerosol y el ozono estratosférico como agentes de forzamiento radiativo en los modelos climáticos.
El Tercer Informe de Evaluación del Grupo de trabajo I del IPCC es el producto del trabajo de centenares de científicos del mundo desarrollado y en desarrollo, que han contribuido a su elaboración y examen. Lo que sigue es un resumen de su comprensión del sistema climático.
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