CAMBIO CLIMÁTICO 2001:
La base científica
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E.4 Nuevas estimaciones de las respuestas al forzamiento natural

Las evaluaciones basadas en los principios de la física y las simulaciones de los modelos indican que es improbable que el forzamiento natural pueda por sí solo explicar el calentamiento de la Tierra observado recientemente o los cambios observados en la estructura vertical de la temperatura de la atmósfera. Los modelos océanoatmósfera plenamente acoplados han utilizado reconstrucciones de los forzamientos solar y volcánico en los últimos uno a tres siglos para estimar la contribución del forzamiento natural a la variabilidad y el cambio climáticos. Si bien la reconstrucción de los forzamientos naturales es incierta, la inclusión de sus efectos provoca un aumento en la varianza a escalas temporales más prolongadas (de varios decenios). Esto determina que la variabilidad de baja frecuencia sea más similar a la que se deduce de las reconstrucciones paleoclimáticas. Es probable que el forzamiento natural neto (es decir, solar más volcánico) haya sido negativo en los últimos dos decenios, y tal vez incluso en los últimos cuatro decenios. Las evaluaciones estadísticas confirman que es improbable que la variabilidad natural simulada, sometida a forzamientos tanto internos como naturales, pueda explicar el calentamiento observado en la segunda mitad del siglo XX (véase la Figura 15). Sin embargo, hay pruebas de una influencia volcánica detectable en el clima, e indicios de que ha habido una influencia solar detectable, especialmente en los primeros años del siglo XX. Aun cuando los modelos pudieran subestimar la magnitud de la respuesta al forzamiento solar o volcánico, las características espaciales y son tan particulares que esos efectos no pueden explicar por sí solos los cambios de temperatura observados a lo largo del siglo XX.

Figura 15: Anomalías en las temperaturas medias de la superficie mundial con respecto al promedio del período comprendido entre 1880 y 1920 de acuerdo con el registro instrumental, comparadas con conjuntos de cuatro simulaciones realizadas con un modelo climático acoplado océano-atmósfera, forzado con: a) fuerzas solares y volcánicas únicamente; b) fuerzas antropógenas, entre ellas gases de efecto invernadero (GEI) bien mezclados, cambios en el ozono estratosférico y troposférico y los efectos directos e indirectos de los aerosoles de sulfatos, y c) con todos los tipos de forzamiento, tanto naturales como antropógenos. La línea gruesa muestra los datos instrumentales, mientras que las líneas finas indican las distintas simulaciones de cada conjunto de cuatro. Debe tenerse presente que los datos corresponden a promedios anuales. Los datos del modelo son solamente muestras tomadas de los valores registrados en los lugares en que se realizan observaciones. Los cambios en los aerosoles de sulfatos se calcularon en forma interactiva, y los cambios en el ozono troposférico se calcularon aparte, utilizando un modelo de transporte de sustancias químicas. Los cambios en el brillo de las nubes (el primer efecto indirecto de los aerosoles de sulfatos) se calcularon mediante una simulación aparte y se incluyeron en el modelo. Los cambios señalados en el ozono estratosférico son resultado de las observaciones. El forzamiento volcánico y solar se calculó sobre la base de combinaciones publicadas de datos medidos e indirectos. El forzamiento antropógeno neto en 1990 fue de 1,0 Wm-2 , incluido un enfriamiento neto de 1,0 Wm-2 debido a los aerosoles de sulfatos. El forzamiento natural neto en 1990 fue de 0,5 Wm-2 en comparación con 1860, y en 1992 hubo un enfriamiento neto de 2,0 Wm-2 a causa del Monte Pinatubo. Otros modelos forzados con fuerzas antropógenas generaron resultados similares a los indicados en la figura b). [Basado en la Figura 12.7]

E.5 Sensibilidad a las estimaciones de las señales de cambios climáticos

Hay una amplia gama de pruebas de la concordancia cualitativa entre los cambios climáticos observados y las respuestas de los modelos al forzamiento antropógeno. Los modelos y las observaciones muestran un aumento de la temperatura a nivel mundial, un mayor contraste entre la temperatura de la superficie terrestre y los océanos, una disminución de la extensión del hielo marino, una recesión de los glaciares y un aumento de las precipitaciones en las latitudes altas del hemisferio norte. Sigue habiendo algunas incongruencias cualitativas, entre ellas el hecho de que los modelos predicen un ritmo de calentamiento más rápido en las capas medias a superiores de la troposfera que lo que se observa en los registros de temperatura troposférica obtenidos mediante satélites o radiosondas.

Todas las simulaciones con gases de efecto invernadero y aerosoles de sulfatos que se han utilizado en los estudios de detección han descubierto que se requiere una contribución antropógena considerable para explicar las tendencias observadas en la superficie del planeta y en la troposfera durante por lo menos los últimos 30 años. Desde el SIE se han realizado más simulaciones con aumentos en los GEI y cierto grado de representación de los efectos de los aerosoles. Varios estudios han incluido una representación explícita de los GEI (en lugar de un aumento equivalente en el CO2). Algunos también han incluido cambios en el ozono troposférico, un ciclo interactivo del azufre, un tratamiento radiativo explícito de la dispersión de los aerosoles de sulfatos y estimaciones más precisas de los cambios en el ozono estratosférico. En términos generales, si bien la detección de la respuesta climática a esos otros factores antropógenos es a menudo ambigua, la detección de la influencia de los GEI en los cambios de la temperatura de la superficie en los últimos 50 años es indiscutible. En algunos casos se han hecho conjuntos de simulaciones para reducir el ruido de fondo en las estimaciones de la respuesta dependiente de la escala temporal. Algunos estudios han evaluado la variación estacional de la respuesta. A causa de las incertidumbres en las estimaciones de las señales del cambio climático, ha sido difícil atribuir el cambio climático observado a una determinada combinación de influencias antropógenas y naturales, pero todos los estudios han llegado a la conclusión de que se requiere una contribución antropógena considerable para explicar las tendencias observadas en la superficie del planeta y la troposfera durante por lo menos los últimos 30 años.



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