Figura 2–1: Los registros
de cambios ocurridos en la composición atmosférica durante el último milenio indican
un rápido aumento de gases de efecto invernadero y de aerosoles de sulfato, que
se puede atribuir principalmente al crecimiento industrial desde el 1750.
Los tres paneles superiores muestran las crecientes concentraciones atmosféricas
de dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), y óxido nitroso
(N2O) durante los últimos 1.000 años. Los primeros datos esporádicos
tomados del aire atrapado en el hielo (símbolos) coinciden con las observaciones
atmosféricas continuas en los últimos decenios (líneas continuas). Estos gases
se encuentran bien mezclados en la atmósfera, y sus concentraciones reflejan las
emisiones de fuentes en todo el planeta. La estimación del forzamiento radiativo
positivo de estos gases se indica en la escala situada en la parte derecha. El
panel inferior muestra la concentración de sulfatos en testigos de hielo tomados
de Groenlandia (que se muestra con líneas correspondientes a tres testigos diferentes)
de los que se han suprimido los efectos episódicos de erupciones volcánicas. Los
aerosoles de sulfato provenientes de las emisiones de dióxido de azufre (SO2)
se depositan en la superficie, y no se mezclan bien en la atmósfera. Específicamente,
el aumento de sulfato depositado en Groenlandia se atribuye a las emisiones de
SO2 de Estados Unidos y Europa (mostradas como símbolos), y ambos muestran
un descenso en los últimos decenios. Los aerosoles de sulfato producen un forzamiento
radiativo negativo.