Los cambios en la temperatura y la precipitación tendrán muchos impactos negativos sobre la salud humana. Los aumentos de la temperatura extenderán los hábitat de los vectores de enfermedades. En lugares en que la infraestructura sanitaria es inadecuada, las sequías y las inundaciones resultarán en mayores frecuencias de enfermedades transmitidas por el agua. Las mayores lluvias podrían dar lugar a brotes más frecuentes de la fiebre del Valle del Rift. El saneamiento deficiente en zonas urbanas y las mayores temperaturas de las aguas costeras agravarían las epidemias de cólera. [10.2.4.1.1, 10.2.4.4]
Aunque la infraestructura básica para el desarrollo –transporte, vivienda y servicios– es inadecuada en muchos casos, representa no obstante una inversión sustancial de los gobiernos. Un aumento en la frecuencia de las crecidas, olas de calor, tempestades de polvo, huracanes y otros sucesos extremos dañinos podría degradar la integridad de esas estructuras críticas a un ritmo que las economías quizá no puedan tolerar, con el consiguiente empeoramiento grave de los sistemas de prestación de servicios sociales, económicos y de salud. Esta condición perjudicaría mucho al bienestar humano general. [10.2.5.3]
La subida del nivel del mar, la erosión de las costas, la intrusión del agua salada y las inundaciones tendrán impactos significativos para las comunidades y economías africanas. La mayoría de las grandes ciudades de África están situadas en las costas y son sumamente vulnerables a los sucesos extremos, la subida del nivel del mar y la erosión de las costas en razón de una planificación física inadecuada y la intensificación del desplazamiento hacia las zonas urbanas. Es probable que la expansión rápida no planificada predisponga a grandes poblaciones a contraer enfermedades infecciosas a raíz de factores relacionados con el clima, como las inundaciones. [10.2.5.2]
La alteración de las pautas espaciales y temporales de la temperatura, las lluvias, la radiación solar y los vientos provenientes de un clima cambiante exacerbarán la desertificación. La desertificación constituye una grave amenaza a la gestión sostenible de los recursos en las regiones áridas, semiáridas y secas subhúmedas de África, debilitando la seguridad alimentaria y de abastecimiento de agua. [10.2.6]
Dada la diversidad de las limitaciones que enfrentan muchas naciones, la capacidad general de África para adaptarse al cambio climático es actualmente muy baja. Los planes de acción nacionales que incorporan cambios a largo plazo y aplican estrategias “sin pesar” podrían aumentar la capacidad de adaptación de la región. Las predicciones estacionales –por ejemplo las que vinculan las TSM a los brotes de enfermedades importantes– constituyen una estrategia de adaptación prometedora que ayudará a salvar vidas. Las tecnologías y los enfoques actuales, especialmente en la agricultura y los recursos hídricos, probablemente no serán adecuados para satisfacer las demandas proyectadas, y la mayor variabilidad climática será un factor adicional de estrés. Es poco probable que los países africanos tengan recursos propios suficientes para responder con eficacia.
El cambio climático también ofrece algunas oportunidades. Los procesos de adaptación al cambio climático mundial, incluida la transferencia de tecnología y la absorción de carbono, ofrecen nuevas vías de desarrollo que podrían aprovechar los recursos y el potencial humano de África. Ya está aumentando la cooperación regional en ciencias, gestión de recursos y desarrollo, y el acceso a mercados internacionales diversificará las economías y aumentará la seguridad alimentaria.
Esta evaluación de la vulnerabilidad al cambio climático se caracteriza por la incertidumbre. La diversidad de climas de África, la gran variabilidad de las precipitaciones y una red de observación muy escasa dificultan las predicciones del cambio climático futuro en los niveles subregional y local. La exposiciones y la vulnerabilidad subyacentes a los cambios climáticos están bien comprobadas. La sensibilidad a las variaciones climáticas está comprobada pero en forma incompleta. Ahora bien, la incertidumbre sobre las condiciones futuras significa que la confianza es baja en cuanto a los costos proyectados del cambio climático. Esta evaluación puede constituir un marco en el que cada Estado comience a crear metodologías para estimar esos costos, en base a sus propias circunstancias.
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