Muchos modelos muestran una respuesta media similar al fenómeno El Niño en la zona tropical del Pacífico, con proyecciones que indican que el ascenso de las temperaturas en la superficie del mar en la región ecuatorial del Pacífico central y oriental va a ser mayor que en la región ecuatorial del Pacífico occidental, y traerá aparejado un desvío de las precipitaciones medias hacia el este. Aunque muchos modelos muestran un cambio similar al de El Niño en los valores medios de las temperaturas en la superficie del mar en la zona tropical del Pacífico, las causas son inciertas; si bien se ha vinculado a los cambios en el forzamiento radiativo de las nubes, o al amortiguamiento por evaporación del gradiente este-oeste de la temperatura de la superficie del mar en algunos modelos, o a ambos procesos. La confianza en las proyecciones de los cambios futuros de frecuencia, amplitud y configuración espacial de los episodios El Niño en la zona tropical del Pacífico se ha visto menoscabada por algunas deficiencias en la simulación de El Niño en los modelos complejos. Las proyecciones actuales muestran poco cambio o un leve aumento en la amplitud de los episodios El Niño en los próximos 100 años. Sin embargo, aunque la amplitud de El Niño no cambie, o cambie muy poco, es probable que el calentamiento de la Tierra dé lugar a fenómenos más extremos de desecación y lluvias intensas y a un mayor riesgo de que se produzcan sequías e inundaciones a raíz de los episodios El Niño en muchas regiones. También es probable que el calentamiento vinculado al aumento de la concentración de GEI acentúe la variabilidad de las precipitaciones monzónicas estivales en Asia. Los cambios en la duración y en la intensidad medias de los monzones dependen de las particularidades del escenario de emisiones. La confianza en estas proyecciones se ve limitada por la precisión con que los modelos climáticos simulan la evolución estacional detallada de los monzones. No hay un acuerdo claro en cuanto a los cambios que podrían producirse en la frecuencia o la estructura de las formas de variabilidad natural, como la Oscilación del Atlántico Norte, lo que significa que la magnitud y la índole de los cambios varían según el modelo.
La recesión general de los glaciares y los casquetes de hielo continuará durante el siglo XXI y se proyecta que la capa de nieve y el hielo marino del hemisferio norte seguirán disminuyendo. Recientemente se han ideado métodos para calcular la fusión de los glaciares sobre la base de distintas pautas de variación de la temperatura del aire en la superficie que dependen de la estación y la ubicación geográfica, extraídas de los experimentos realizados con MCGAO. Los estudios de modelización sugieren que la evolución de la masa glacial se rige principalmente por los cambios en la temperatura más que por los cambios en las precipitaciones, calculados en valores medios a nivel mundial.
Es probable que la capa de hielo de la Antártida adquiera mayor masa debido al aumento de las precipitaciones, y que la capa de hielo de Groenlandia pierda masa debido a que el volumen de escurrimiento será mayor que el de las precipitaciones. La capa de hielo de la Antártida occidental ha atraído especial atención porque contiene suficiente hielo como para hacer elevar el nivel del mar en 6 m, y porque se ha sugerido que la inestabilidad que le confiere el hecho de estar asentada sobre tierra por debajo del nivel del mar podría dar lugar a un rápido deshielo cuando se debiliten las barreras de hielo que la rodean. Sin embargo, hoy en día hay un amplio consenso en cuanto a que es muy improbable que durante el siglo XXI ocurra una pérdida de hielo unido a tierra que determine un aumento importante del nivel del mar por esta causa, aunque aún no se tiene una comprensión suficiente de la dinámica de esta masa de hielo, que permita en especial hacer proyecciones a escalas temporales más prolongadas.
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